martes, 27 de septiembre de 2011

Una historia que contar


La vida, tal como la habían creado los Dioses, no era tan divina como ellos creían. El día estaba encapotado, pero en el preciso momento en que ella dirigió una mirada al cielo, las blanquecinas nubes que asemejaban dulces algodones de azúcar dejaban paso a un radiante sol que ansiaba calentar el mundo con sus dorados y abrasadores rayos…

De repente, me encuentro en la España de 1980 y alguien me da un golpe en el hombro para llamar mi atención, haciendo así que termine mi sueño despierto en el que pasaba un día en la antigua Grecia. Mi amigo me dice que debería tener los pies sobre el suelo y que tendría que dejar de ser tan fantasioso. Aaron intenta que me eche atrás con mi idea de publicar mi primer libro. Sólo quiere protegerme y apartar de mí la posible depresión que me atraparía, como una serpiente rodea a su presa dejándola sin respiración, pues cree que mi libro no tendrá futuro en el mercado. Yo opino algo distinto. Escribo porque me gusta, me va la vida en ello, me divierte. Escribir es mi único gran hobby. Si quisiera hacerme famoso, me haría cantante o actor, aunque eso sería improbable debido a que escribir es lo único que se me da bien en la vida. Pero no deseo eso. Si mi libro me hiciese famoso por una pequeña causalidad, sería porque soy un buen escritor. Si se diese ese caso, sería un buen aliciente para seguir escribiendo y podrían traducir mis escritos a varios idiomas. Pero no es en eso en lo que me baso para continuar con mis ideas fantásticas y reproducirlas en una hoja de papel. Me encanta ver como puedo transformar un folio en blanco, en una historia con mucha vida… Ignoro el comentario de mi amigo y repaso por encima las primeras líneas de mi pequeño libro, que tan sólo abarca trescientas páginas, para llevarlo dentro de dos días a la editorial:

“Si algún día quiso volver al pasado y cambiar todo lo ocurrido, seguro que fue aquel día. Un día en que todo te sale mal. Un día en el que piensas que estas soñando, confías en que sea así, pero nunca despiertas y te das cuenta de la realidad...”

Levanto la vista de la lectura y contemplo a Aaron que tiene una cara angustiosa y mira de hito en hito a mi libro y a mí. Sonrío. Cierro el libro y mi mente camina libre. ¡Oh! Perdonad mi falta de modales, todavía no me he presentado. Mi nombre… Bueno, la verdad es que no importa mi nombre. Lo cierto es que espero no ser uno de esos escritores que dedican casi toda su vida a su obra, y que mueren sin saber si han cumplido el sueño de sus vidas, sin saber si su obra se alzó por encima de las demás y si mereció la pena dedicar tanto tiempo a ese cometido. Podéis llamarme como os plazca, siempre y cuando mi relato perdure en el tiempo, cuando yo no este en este mundo, cuando camine por las calles de la antigua Grecia en busca de más historias que contar.

Es realista el pensar que mi obra, a la que he dedicado mucho tiempo, no sea más que unos de esos libros que la gente utiliza para avivar el fuego de una hoguera. Pero por el contrario, me gusta creer que mi novela pueda llegar a ser un best seller y que millones de personas se vean reflejados en los personajes a los que he dado vida. Regreso al mundo real. En este mundo todo es triste. Miro por la ventana y me estremezco al oír como gime el viento en el exterior. Mi vista se desplaza hasta mi libro, que está encima de mi escritorio y reanudo la lectura. Aún me queda mucho por repasar, si quiero que todo salga según lo previsto.

                                                                         *

Camino tranquilamente por la Gra Vía de Madrid. Hoy es un día caluroso que anuncia el comienzo de un largo e intenso verano. La gente sonríe y preparan los decorativos para una gran noche, la más larga del año. En las pizarras de los bares han escrito en grande, para que todos se enteren bien, el día en el que estamos. Veinticuatro de junio del año 1989. Paso delante de un quiosco y hecho un vistazo a los periódicos. Compro uno, y con él bajo el brazo continúo mi camino hasta llegar al café donde suelo quedar con Aaron. Me siento frente a él y sin apenas saludarle, abro el periódico sin titubear por la página correspondiente, pues sé de sobra donde esta lo que busco. Y auque sé lo que pone, leo en voz alta el artículo que trata de la nueva obra maestra de la literatura:

“El autor español que nos sorprendió hace tan solo ocho años con la novela realista “La vida que nos toca vivir”, ha regresado con una novela que promete mucho, de la cual se han publicado ya más de diez ediciones y se ha traducido a diez idiomas diferentes. Esta nueva novela ha recibido la aprobación de los mejores críticos del país y se planea hacer un largometraje sobre su contenido. Desde aquí nuestra más sincera enhorabuena a este espectacular autor que nos ha embriagado con historias como las de sus novelas.”
Diario, La Tierra.

Cuando termino, doblo el periódico y lo dejo en la mesa, sin apartar ni un momento la mirada de mi amigo. Su cara, que al principio era de extrañeza, ha ido cambiando poco a poco hasta llenarse de emoción y alegría, reflejando en su rostro una agradable sorpresa. Y yo lo único que puedo hacer es sonreír. Sonreír y proclamar al mundo entero que mereció la pena…

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