jueves, 26 de abril de 2012

Sbarks & Yorka


Sin saberlo, su montura se había ido a posar en el lugar menos indicado; pero no se dio cuenta de ello hasta que el viento le trajo el aroma de los usbary. Entonces lo supo. Estaba en peligro. Debía de salir de allí de inmediato o se convertiría en una presa en segundos… espoleó al animal y éste, asustado, vatió las inmaculadas alas tan bruscamente, que hizo que Sbarsks se callera de su lomo. Fue solo un instante, pero cuando abrió los ojos, se encontraba tendido en el suelo, entre las resbaladizas hojas que estaban cerca del manantial. Cuando miró hacia arriba, pudo contemplar como su compañero alado se dirigía camino a casa, sin el… “Estúpido roksi”, farfulló. Los roksis eran insectos de veinte pasos de longitud y una tonelada de peso. Eran torpes, pero obedientes, y muy, muy bobos.
Así que, bien. Ahí estaba. Sólo. En medio del desorden que era la tierra de los usbary. Sin armas para defenderse, ni comida para alimentarse. Se ayudó con las manos y dando una voltereta en el aire, se levantó y echó a andar entre la espesura de la vegetación… cuando llegó a un pequeño pero oscuro claro, ya apenas se oía el arrullo del manantial; lo había dejado atrás hacia tiempo. Ahora, sin el verde de los matorrales no podía camuflarse tan bien como antes, asique se agachó y bordeó el claro en total armonía con la melodía de aquel lugar… sin hacer ruido, sin llamar la atención, pues su vida estaba corría peligro.
Las hojas se movieron allí en frente. El pulso de Sbarks se aceleró. Y cuando su mirada felina se topó con aquel ser, su instinto le hizo salir de su escondite y correr… mal hecho, pues aquello era lo que peor podía hacer… ¿Correr? ¿Correr hacia donde? Estaba en su terreno… Entonces calló en la cuenta de su error, y se dejó caer al suelo, dejando su cuerpo muerto, quizás así los usbary se marcharían… Los usbary no eran carnívoros, a pesar de su larga y afilada dentadura. Pero decía la leyenda, que nadie que hubiese pisado sus tierras, había salido con vida para contarlo.
Abrió un ojo, lentamente; y luego el otro. Allí estaban. Eran cuatro o cinco y le acechaban. Eran criaturas feas y extrañas. Sin pelaje, boca grande y llena de dientes. Se mantenían medio erguidos, apoyados en tres patas huesudas, y sus ojos, esos ojos de color amarillento, que le contemplaban, parecían atravesarle y romperles en dos… Sabían que estaba vivo, y lo que es peor, él sabía que lo sabían. Estaba muerto. Ya nada se podía hacer. Cerró los ojos y su vida, que sólo había durado 20000 años fue sucediéndose en fugaces momentos, y en la mayoría de ellos aparecía ella. Fuerte, noble, bondadosa, hermosa como la Estrella Madre. Ella había sido la razón por la que se encontraba allí… Iba a morir por su causa, en su infinita búsqueda, pero no le importaba.
Y tan solo estaba ella. Escuchaba como los usbary se acercaban a él. Volvió a verla en su mente, con su larga melena violácea flotando al compás del viento. Su momento había llegado…
“¡Daropz!”, escuchó. Volvió a abrir los ojos, una vez más. Un ser con formas femeninas, vestida de manera diferente a la de los demás usbary, se encontraba frente a él… Había dicho algo en un idioma ininteligible para Sbarks. Pero el resto del grupo había dejado de avanzar hacia él. Entonces, aquel ser, que parecía el jefe del clan, se quitó la capa, dejando ver su rostro de color verduzco; y su pelo, de color violeta, comenzó a bailar junto a la brisa… y fue entonces cuando la reconoció.
-       ¿Yorka…?

Filosofia de vida


Lo que cambian las cosas. Unas veces mal. Otras veces bien. Y todo a mi alrededor hecho un autentico caos. Sin saber qué hacer. Sin saber a dónde dirigirme. Sin saber cuál es el camino que debo escoger. Y mientras mi cabeza va y viene, viene y va; sin ningún sentido, dando vueltas a todos mis pensamientos, a todos mis sentimientos a todos mis recuerdos.
¡Pues que el destino me diga cuál es mi razón de ser! Que el tiempo me haga comprender que es lo que necesito de una vez. ¿Estar sola? ¿Estar acompañada? ¿Sufrir de nuevo? ¿No sentir nada de nada…?
Si es que al mirarte lo veo todo y no veo nada. Cuando te beso siento mucho y siento poco. Y cuanto más me abrazas más me acerco y más me escapo. Es esta contradicción la que me mata. ¿Qué es esto? ¿Por qué me pasa a mí? Es tan extraño…
Porque cuando estás conmigo me siento llena, pero cuando te marchas me vacio. Y las agujas del tiempo marcan cada vez más lento. Y cuando estas con otras mi corazón se aviva y ruge de dolor, y cuando estoy con otros se calma y pasa.
Y aquí estoy. Después de tanto tiempo sin saber qué es esto. Si es que creo que ya no es nada… ¿Serlo todo, o no ser nada? Porque a medias, a medias esto se acaba… Que odio el miedo, ese que se apodera de mi todo. De cuerpo. De mente. De alma. Ojalá tuviese el coraje y poder plantarle cara-
¿Qué las cosas serian diferentes si esto cambiase? ¿Tú, serias diferente? No es eso lo que deseo, no necesito ser nada de ti para mover cielo y tierra y decirte que te quiero, te quiero y te quiero.
Espero que las cosas sean más fáciles. Que el Sol siga brillando cada día. Que mañana no me atropelle un coche y que tus sentimientos por mí, no cambien por nada…

Lago de Luna (con Raul)


Era una larga noche de verano y la luna esclarecía en el lago, el lago encantado, donde las ninfas comenzaban su dulce cántico armonizador. Lyleilla sabía que era tarde pero no podía volver; no debía volver a casa. Decidió pues, pasear por el bosque del Ocaso, donde el aullido de los lobos y el piar de los pájaros le producían una tranquilizadora sensación. Recordó el pasado. Un pasado feliz, a la par que sombrío. No habría sabido decir si quisiera volver a vivirlo de nuevo. Un tremendo escalofrió le recorrió todo su cuerpo, cuando la secuencia de imágenes pasó, fugaz, por su cabeza. De repente, le pareció escuchar algo… “¿Ha sido mi imaginación?”, pensó. No era la primera vez que los recuerdos torturaban su cabeza. Siguió caminando en busca del hermoso reflejo de la luna en el agua… La noche se cernía sobre ella como un manto congelado, y las estrellas observaban cada nítido movimiento que realizaba. Divisó un claro en el horizonte. Puede que fuera la esperanza de su tormento. Parecía tan lejano… ¿Llegaría alguna vez a alcanzar aquel sueño? Y entonces, ocurrió. Como una sombra estelar aquel ser apareció frente a sus ojos. No parecía real. Su nitidez era apenas un atisbo de lo que en realidad quería ver, y su color, tan puro y virgen como la nieve, la hizo entornar sus grisáceos ojos élficos… de nuevo, de nuevo un mar de sensaciones cubría su espesa alma. Tal vez fuera la hora de olvidarlo todo. No estaba segura. ¿Se podría estar seguro de algo tan onírico? Su mirada se tornó siniestra y aquel lugar con ese ser mirándola desde lejos, no ayudaba a calmar sus sentimientos, que luchaban por emanar al exterior. La saturación, por fin, pudo con ella y su rugido de dolor, resonó en todo el bosque produciendo un estruendoso eco. Y todo se quedó en silencio…

Sólo tú sabes la verdad...


La miró a los ojos, unos ojos grises claro que miraban sin ver nada, y le entró un tremendo escalofrió que no pudo contener. Ella, impasible ante su reacción, siguió mirando al infinito, sin siquiera parpadear con apenas un susurro entre los labios… 

Llevaban horas interrogándola, pero Arxa no había abierto la boca ni siquiera para emitir algún pequeño gemido, cuando su torturador comenzó su trabajo. Todo el FBI sabia quien estaba detrás de los asesinatos de los últimos días, y la tenían delante; pero se negaba a confesarlo. Veinticinco muertes en menos de dos días, y ni un solo testigo en todo el pueblo que lo reafirmara. Sin embargo, el arma homicida, o lo que parecía ser ello, estaba en su puesto de trabajo: un bolígrafo, en el cual la punta había sido sustituida por un pequeño pero afilado punzón de acero, que estaba ensangrentado. 

También se desconocía como podría haber matado a sus víctimas, pues el forense no había encontrado ningún indicio del arma en los cuerpos… Mientras tanto, el agente más joven del cuerpo, miraba a la acusada desde detrás del espejo conteniendo en sus ojos una mezcla entre admiración y miedo. Serka, creía saber como aquella joven embriagadora había cometido sus crímenes, pero se debatía en una lucha interna entre ayudar a la justicia o apoyar al crimen. De hacer esto último, ¿no se convertiría el mismo en el mal que tanto temía? Sí, pero al mismo tiempo le atraía tanto la idea... 

A punto estuvo de actuar, cuando de  repente surgió una llamada en el cuartel. Los cadáveres que tenían guardados en el  depósito renacían como el ave Fénix renace de sus cenizas. Los guardias corrían de uno a otro lado atemorizados y el agente que se encontraba interrogando a la hermosa mujer de piel inmaculada se quedó sin habla. ¿Era posible que las victimas solo estuviesen inconscientes? Arxa, magullada por todas las partes de su dulce y delicado cuerpo, y que hasta entonces había permanecido inmóvil, se levantó, resopló y volviéndose hacia el espejo que la observaba, miro delicadamente a Serka, sin verle y susurro : “No saben nada. Sólo tú sabes la verdad…”

Venganza


Todavía lo recordaba con total claridad, aquel día jamás se le borraría de la mente… la había encontrado tirada en el bosque, cerca del rio. Estaba pálida como la luna, como aquella luna que brillaba llena en esa noche silenciosa. Su rostro, otrora lleno de luz y vida, ahora se mostraba oscuro, con las sombras que otorga la muerte. La habían torturado y vejado gasta la agonía, pero ella se había mostrado fuerte, como lo había hecho siempre.
Los recuerdos, aun le eran dolorosos, pero la ira y la sed de venganza no habían desaparecido de su negro corazón. Desde que encontrara a su hermana medio moribunda en el claro del bosque, Raclox se había dedicado a dar busca y captura al asesino que le había arrebatado lo más que más quería. Un año y ocho meses había transcurrido desde entonces y cada día que pasaba estaba más cerca. Hasta el momento había conseguido pequeñas pistas, pero no tenía ningún nombre, ni una dirección, nada… y la policía había abandonado el caso hacía mucho tiempo. Ya no confiaba en nadie, se había vuelto huraño y había empezado a enloquecer. A veces pensaba que haría cuando lo encontrase, ¿lo mataría o sería capaz de llevarlo a que se enfrentase con la justicia? ¿Y cuando todo acabase? Cuando cobrase su calculada venganza, ¿Qué haría entonces? ¿No se sentiría vacio y sin sentido?
Entonces, un buen día, cuando empezaba a desistir del caso y solo quería dejarse morir, recibió un mensaje. Le daba pistas sobre quien podría ser el culpable. Al principio no creyó nada, pero poco a poco fue comprobando que aquellos mensajes desde el anonimato le servían de gran ayuda. ¡Un ángel!, pensó, pero estaba claro que los ángeles no existían, pues de ser así su hermana seguiría junto a él… Pasaron tres meses más. El día era agobiante, a pesar de estar en pleno invierno. “Brip”, un correo electrónico. ¡Lo tengo!, decía; y solo había escrita una dirección. ¡Bingo! Después de tanto tiempo su momento estaba ahí. El lugar estaba cercano, asique se vistió y en dos minutos se plantó allí.
No sabría que haría, tan solo, de momento, quería ver la cara del desalmado que le había hecho eso a  su hermana. Por un momento la imagen volvió a su cabeza, produciéndole un escalofrío. “Dig dong dang din”. La puerta se abrió y apareció una chica sin ninguna expresión en el rostro. Era la chica de la que había estado enamorado desde el instituto. Sorprendido, la observo bien y dijo aquello que tenía preparado desde hacia tiempo. “Tu mataste a mi hermana.”, dijo algo dubitativo. Y la respuesta fue… “Si, lo hice yo”