jueves, 26 de abril de 2012

Sólo tú sabes la verdad...


La miró a los ojos, unos ojos grises claro que miraban sin ver nada, y le entró un tremendo escalofrió que no pudo contener. Ella, impasible ante su reacción, siguió mirando al infinito, sin siquiera parpadear con apenas un susurro entre los labios… 

Llevaban horas interrogándola, pero Arxa no había abierto la boca ni siquiera para emitir algún pequeño gemido, cuando su torturador comenzó su trabajo. Todo el FBI sabia quien estaba detrás de los asesinatos de los últimos días, y la tenían delante; pero se negaba a confesarlo. Veinticinco muertes en menos de dos días, y ni un solo testigo en todo el pueblo que lo reafirmara. Sin embargo, el arma homicida, o lo que parecía ser ello, estaba en su puesto de trabajo: un bolígrafo, en el cual la punta había sido sustituida por un pequeño pero afilado punzón de acero, que estaba ensangrentado. 

También se desconocía como podría haber matado a sus víctimas, pues el forense no había encontrado ningún indicio del arma en los cuerpos… Mientras tanto, el agente más joven del cuerpo, miraba a la acusada desde detrás del espejo conteniendo en sus ojos una mezcla entre admiración y miedo. Serka, creía saber como aquella joven embriagadora había cometido sus crímenes, pero se debatía en una lucha interna entre ayudar a la justicia o apoyar al crimen. De hacer esto último, ¿no se convertiría el mismo en el mal que tanto temía? Sí, pero al mismo tiempo le atraía tanto la idea... 

A punto estuvo de actuar, cuando de  repente surgió una llamada en el cuartel. Los cadáveres que tenían guardados en el  depósito renacían como el ave Fénix renace de sus cenizas. Los guardias corrían de uno a otro lado atemorizados y el agente que se encontraba interrogando a la hermosa mujer de piel inmaculada se quedó sin habla. ¿Era posible que las victimas solo estuviesen inconscientes? Arxa, magullada por todas las partes de su dulce y delicado cuerpo, y que hasta entonces había permanecido inmóvil, se levantó, resopló y volviéndose hacia el espejo que la observaba, miro delicadamente a Serka, sin verle y susurro : “No saben nada. Sólo tú sabes la verdad…”

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