viernes, 8 de junio de 2012

El espiritú del Anochecer

Era sé que se era, hace miles de años, una pequeña aldea situada cerca del bosque… y un joven muchacho que soñaba con ser caballero. Su nombre era Albry, hijo de Jealza, el herrero del pueblo. Albry era un joven de pelo castaño alborotado, que le cubría los ojos; delgado cual alfiler y alto como una montaña; su corazón, valeroso y altivo, era lo que le impulsaba a hacer su sueño realidad… un sueño que la mayoría, daba por imposible y que solo uno, apoyaba. Era el mejor amigo de Albry, se llama Luzeno y era el hijo del pastor. Luzeno, de caballero rizado y negro como el azabache, alegre mirada y sonrisa penetrante, era un muchacho inquieto, pero con personalidad fuerte como el tizón. Luzeno era el único que confiaba en su amigo y le impulsaba a realizar su sueño, pues él mismo tenía uno: ser el trovador del reino. Juntos hacían un buen equipo. Todas las tardes, tras terminar sus tareas, se reunían en un claro del bosque… Albry con su espada de madera en mano, luchaba cuerpo a cuerpo frente a uno de los viejos robles. Luzeno con su preciada arpa, componía dulces canciones a los oídos de los pajarillos que se acercaban a escuchar. Cada uno luchaba por lo que quería, pero lo que Albry más quería siempre se posaba ante sus ojos. Aparecía siempre cuando el sol se estaba poniendo, lo que hacia que su cabello rojizo brillara como el fuego, el fuego fatuo que ardía en el interior de Albry. Con ojos azules como el mar y labios carnosos como la manzana, venia a inspirarle cual musa inspira a su poeta, con su blanquecina cara angelical… Ella era Dreana, hija de Lisenan, la panadera del pueblo. El corazón de Albry palpitaba loca y desbordadamente por Dreana, su doncella. Bromeaban juntos a veces, y en ocasiones él solía hacerle banas promesas sobre un futuro, todavía incierto. “Cuando sea caballero, vos seréis mi señora y te nombrarán Lady Dreana”; lo que hacia que la chica se adentrara en un mundo de fantasía e ilusión.

Pasaron los años, y Albry fue mejorando mucho su técnica, e incluso recibió un regalo de su padre, una espada de acero, para competir en pequeños torneos. Luzeno por su parte, empezó a ganar monedas de plata tocando en las plazas de aldeas cercanas y puedo comprar nuevos instrumentos con los que consiguió aumentar su nivel musical. Pero Dreana había pasado a ser la panadera del pueblo, junto con su madre, rompiendo así toda esperanza de conseguir un titulo y distanciándose de Albry, que solo le daba falsas ilusiones.
Años mas tarde, surgió una guerra entre dos reinos cercanos, en la que se vieron involucrados muchos pueblos vecinos, entre ellos el de Albry. La guerra fue terrible. Los soldados quemaban las casas y dejaban las aldeas desoladas. Robaban a los ancianos, mataban a los hombres y vejaban a las mujeres. La escena se desarrolló rápido. Los soldados del reino enemigo irrumpieron sin previo aviso en su aldea. Albry luchaba codo con codo junto a Luzeno y muchos otros campesinos, cuando vio la escena. Al fondo, dos soldados se habían enzarzado con Drena y su madre. Dreana se resistía ante ellos, pero cuando degollaron a su madre, desató su furia y logró escapar. Se dirigió hacia el bosque y era perseguida por aquellos hombres. Entonces Albry corrió tras ellos, iba a toda velocidad, casi chocando con los arboles. De repente algo le hizo frenar en seco; se encontraba en el claro donde solían jugar de pequeños, y allí estaba el cuerpo inerte de Dreana. El corazón de la joven se había apagado y sus ojos se habían cerrado, para jamás volver a abrirse. Albry la había perdido; nunca podría decirle lo que sentía por ella, que la quería por encima de todas las cosas de este mundo. Su rugido de dolor resonó en todos los confines del reino, cual lobo aúlla melancólico a su luna. Entonces, lleno de irá, juró matar a los asesinos de su amada, y otorgarle el titulo que se merecía.
Fueron años los que Albry empleó en conseguir su sueño; mientras Luzeno poco después de acabar la guerra logró ser un conocido trovador, mudándose a la ciudad y ganándose su pan de cada día, cantando y tocando en la plaza. Sin embargo, Albry, cegado por la ira que se apoderaba de él día tras día, dejó de lado su sueño de ser caballero y únicamente se centró en entrenar para vengar a su bella dama.
Los meses, días y horas pasaban, pero Albry no conseguía averiguar nada sobre los asesinos de Dreana, lo que hacia que el joven perdiese toda esperanza… Una noche, después de años tras el incidente en el bosque, volvió a aquel claro donde todo había ocurrido; y a oscuras, con el canto de los grillos al fondo, se sentó en una roca y empezó a rememorar momentos con su amada. “Me enfrentaría a todos los peligros del mundo, para evitar que alguien te hiciese daño…”, recordaba haberle dicho en alguna ocasiones, más aquella promesa tampoco la había cumplido. La luna llena iluminaba el claro, haciendo que la armadura de Albry reluciera cual reflejo en un lago, y al alzar la vista le pareció ver un destello de luz a lo lejos; parpadeo y al abrir los ojos de nuevo pudo ver de soslayo el mismo destello a su izquierda. Su corazón se aceleró y toda la sangre empezó a correr por su cuerpo. Apenas un abismo de temor le tiño el rostro, pero evitando que el miedo se apoderara de él, se dispuso a seguir aquel destello de luz y vida para obtener respuestas, pero estas no le fueron dadas… Algo en el interior de Albry empezó a emerger y recordó la promesa que le había hecho a Dreana, e incluso a el mismo. “Algún día seré caballero y la gente se inclinará ante mi por ese titulo, seré Ser Aldry, el caballero de la dulce poesía, mi lady, lady Dreana”. No podía faltar más a su palabra, y se dispuso a salir del bosque, con aquel destello a sus espaldas, hacia su destino.
Y así fue, desde aquel día comenzó a participar en pequeños torneos, ganando oro por sus vitorias y haciéndose cada día más y más conocido. El público aclamaba su nombre, las doncellas le otorgaban prendas y los niños jugaban a imitarle. Albry se hizo muy conocido en todo el reino, y todo aquello se lo debía a aquel destello de luz al que iba a perseguir todas las noches al bosque… Muchas fueron las doncellas que le entregaron su corazón, y muchos los rechazos que Albry realizó, pues solo en su corazón una permaneció. Fue entonces, tras mucho esfuerzo, cuando llego el día de su nombramiento. Todo el reino se reunió en la plaza y Albry se vistió de su mejor gala. En la ciudad reinaba la calma cuando Albry subió al escenario y se arrodillo ante el Rey; miles de personas esperaban ansiosas las palabras de su gobernante, y hasta Albry tuvo que contener el aire un instante de puro nerviosismo… “Por el poder que me han otorgado, yo te declaro, Ser Albry, caballero de la poesía”. Entonces el silencio se rompió y una multitud de aplausos y voces coreaban su nombre. Albry debió de sentirse afortunado, mas su cara reflejaba una profunda tristeza. Se disponía a bajar, mirando a su público cuando la vio, allí al fondo de todo el mundo. Drena, tan nítida como en los cuadros. Y el corazón le dio un vuelco. Se sintió desfallecer, y cerró los ojos, algo mareado. Al abrirlos vio a Dreana que se alejaba de la multitud, y salió tras ella, apartando a la gente a empujones. No sabía a donde se dirigía, pero tampoco le importaba, pues iba tras su amor… De pronto se encontraba en el bosque, sólo. Era media tarde y el sol se empezaba a poner en el horizonte. No pudo evitar apartar la mirada de él, y al volver a mirar, se encontró frente a frente con ella. Ahí estaba, tan linda y pura como el primer día. Se quedó allí, mirándola a los ojos, sin atreverse a acariciarla, por miedo a que se esfumase. Pero si se atrevió a hablar: “Perdóname… no he podido cumplir ninguna de las promesas que te hice… no pude vengarte ni hacerte mi lady…” Entonces Drena comenzó a hablar, pero sus palabras no se oían en los oídos de Albry, sino que los escuchaba en su mente… “Siempre he sido tuya, tu lady… y sabia que algún día serias caballero, por eso me he quedado este tiempo junto a ti… pero ahora que lo has logrado, he de irme amor mio”. Albry alzó la mano para tocarla, pero la figura de Dreaa se hacia cada vez menos visible, hasta desaparecer. Y a Albry se le escapó un susurro: “Nunca te dejaré…”, y una cálida voz en su oído le contestó: “Nunca tendrás motivos…”. Albry se giró inmediatamente, pero allí no había nadie. Se dejó caer, de rodillas al suelo,  haciendo que su armadura produjese un leve tintineo al chocar. Y allí se quedó, mirando sin ver, mientras una lagrima brotaba de sus ojos…
“Así termina la historia de Albry, el caballero…” Contaba el joven trovador, tocando su vieja arpa. “… pues toda historia tiene su final… Ser Albry murió, murió de soledad, murió de desamor, pero murió por su amada.” La gente exclamaba al oír la historia. “y dicen, que aun hoy en día, si vas al claro del bosque, se oye el ruido de las espadas al chocar, augurando que el caballero del espíritu del anochecer, vuelve al rescate, vuelve al rencuentro de Dreana”

No hay comentarios:

Publicar un comentario